Ruego a Dios que las oigas

Me inspiran tus lágrimas. Lamento tanto haberlas visto tarde, debí haberlas visto en su momento. Hace años cayeron sobre madera en un día soleado. Creí que eran agua, pero eran brillos de tu alma hecha líquido. Tan trascendentales hoy en día y tan efímeras ayer. Así pasa con los reflejos del alma, nunca sabes cómo van a brillar. Otra cosa interesante contigo es que el tiempo se me confunde. No sé si fue ayer que me dijiste que crecieron las violetas de tu jardín, o si es hoy que desayunaste montones de pan. Y te miro, y me parece que sonreíste, pero miro otra vez, y no, en realidad estás serio. Te me confundes como los paisajes. Están ahí en el alma aunque no pueda verlos. Eres como un recuerdo en el presente. No se sabe muy bien, qué pasó o qué está pasando.
Aún no sé entonces si la imagen que vi de mi futuro eres tu, o si ya lo fuiste. No sé si te busco y te encuentro al mismo tiempo. Algo adentro mio me grita que si me esfuerzo, lograré verte. Dios quiera que te encuentre entonces y te baje del cielo a la tierra.
El Señor permita que mi silencio toque tu silencio. Ese en que se esconde el ruido de tu alma. Ese que has puesto para no oírte. El mismo que te grita que no pasa nada, que todo está normal.
Pero entre más acompañado estás, más lejos te encuentras. Y entre más noches despierto, más silencio.
La verdad cuando te vi con ese don que te dieron del cielo, no me imaginé el hombre en que te convertirías. Aún te miro y me pareces como un experimento. Algo que trascendió de un estado a otro y no me di cuenta cómo.
Lo mismo me pasa con tus violetas. Hubiera dado todo por experimentar la alegría que producen las siembras a finales de invierno. Pero la realidad es que si las logro sembrar, las estaré viendo al final del verano. Qué bendecido has sido de ver día a día cómo evoluciona un reflejo de tu alma.
De pronto Dios me concede la gracia de verte de nuevo. Quién quita que el cielo me sonría y en vez de rogar sonrisas, se me entreguen. Dios permita que tu alma logre devolver un poco el tiempo, y mi espacio llegue al lugar donde avanza tu alma. Dios logre unir el cielo con la tierra en un camino donde no lo hay,
Mientras tanto te escribiré cartas que de pronto no leas. Esta va llena de lágrimas. Y las mías van sin exceso de vida. Van tranquilas. En la paz que da el tiempo. Mis lágrimas si bien caen como las tuyas, las mías son más cobardes y no se dejan ver. Sin embargo esperan cautelosas encontrarse con las tuyas.
Tengo confianza sin embargo, que podré hacer lo que vi hacer a mi padre. Confío que llegue el día en que todo, verdaderamente todo, sea fácil. Espero que nuestras lágrimas se encuentren ese día, un día cualquiera. Un día en que tus lágrimas y las mías provengan de la misma alma.
Entre tanto, te mando hoy mis lágrimas, ruego a Dios que las oigas.

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