Un silencio


He cambiado de opinión varias veces sobre acerca de qué escribir. Lo aterrador no es no saber, sino no decidir. Ese es el problema de las hojas en blanco, la espera, la incertidumbre, pero sobre todo, el tiempo. El tiempo espera resultados en un plazo específico. Sin embargo, la felicidad o el éxito, no siempre están basados en el cumplimiento, están más en los instantes. Y lo más extraño del caso es que muchas veces no están atados a un hecho, sino a quienes lo rodean. Y quienes son más felices? Los que alcanzan logros o quienes son felices aún sin lograrlo?
Tal vez la felicidad no está siempre en lo que está completo, sino en el camino. Bien decía el Santo que eran muy felices los pobres de espíritu. Pobres, porque su espíritu no necesita ser llenado de nada. Pobres, porque no necesitan agarrarse de una concepción de Dios para ser algo. De hecho asir lo inasible, es ya de por sí improcedente. Se terminaría asiendo algo que no es en realidad Dios, sino la concepción de El.
Pobres también son los que no necesitan nada físico, pobres, de verdad pobres. Pobres los que pueden ser uno con el aire, y no los ata nada. Pobres.
Yo, sentada al frente del mar, por fin, soy pobre.  Tan inmensamente pobre que puedo escuchar al aire. Me encuentro al cierre de mis ojos, con el todo. Y ni la nada puede traducirlo. Nada ni nadie. Y ahí, cuando más sola estoy, estoy más cercana a todos.
La realidad siempre se dibuja como una paradoja, de pronto los pobres de espíritu, los pobres físicamente, son uno conmigo. Bienaventurados los pobres en espíritu, porque serán saciados. Porque todos, en este momento, tenemos una esperanza. No es entonces la esperanza una forma de ser saciado a otro nivel? Un nivel más profundo?
Pobre soy cuando veo el mar. Un mar inagotable, incontenible; que no sabe limitarse a la tierra y tiene que escribir en el cielo.  Ahí donde la profundidad del cielo roza el horizonte y no se sabe muy bien si es el viento o son las olas las que se escuchan. En donde cerrar los ojos es tan maravilloso como abrirlos. De repente, en ese momento la luz tenue, se refleja en un amanecer o en un atardecer. En ese instante, juraría que no hay tiempo.
En ese momento, como que el color, el día, la noche, trascienden a algo que va más allá de la imagen o el sonido. Y de pronto, me doy cuenta, que yo misma estoy hecha de eso, de tiempo, de espacio. Pero en verdad, mi realidad no es otra cosa que pobreza. Y sólo tengo, realmente, una fé en un amor. En ese que es mi esperanza.
Y cuando miro al cielo, y está amaneciendo, o está anocheciendo, cualquier día, en cualquier lugar. Me acuerdo, o sueño, con estar sin ser. Igual que sueño, o me acuerdo, de la sensación que producen unos ojos, una voz, un silencio.
Los tuyos.

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