Si pudiera hacerte sonreir

Si pudiera escribir de las cosas que deben ser, de lo que realmente tiene un juego infinito, lo haría. Pero soy sólo un humano y lo limitante del alma es que a veces los pases, solo pueden llegar a ciertos jugadores, no a todos. A ciertos espacios, no a todos. Ojalá a los tuyos. Y si tus jugadas me llegaran, qué dirían? Tal vez tendrían una ingenuidad que yo ya no tengo. A mí el primer tiempo no me sabe a nuevo. Me angustia. Me parece que a veces se queda en una lucha constante por buscar cambiar el resultado, sin arriesgar nada. Hoy sé que es impasible.Un minuto más es un minuto menos. Y si se toma muy rápido, no se vive, se pasa. El problema es que no hay salida. Hay que jugar a a su ritmo. Ni lento, ni rápido. 
Tu estás esperando que recibas la jugada. O tal vez has vivido un juego diferente; uno que no debería existir, pero existe. Ese en que el sinsabor de no trascender, te supera. Qué hacer para cambiar la historia? Cómo lograr que nuestra jugada pueda quedarse en los ojos del otro?
Y si pudieramos vivir en un universo paralelo; habría un lugar, en un tiempo diferente, en que no tuviéramos tiempo. Pero la realidad es que el tiempo es finito y así queramos alargarlo, en 90 minutos, se acaba. 
Pero sabes? Un buen jugador puede tener vacios internos, llantos, quiebres; pero no por eso deja de ser jugador. Sólo debe recordar que cuando está en el juego, está en el juego. Debe verse en el espejo de la cancha, y correr hasta que no tenga fuerzas.
Corre lo más que puedas en un segundo, vívete los segundos. Te invito a que mires, como las mariposas, que si no vuelas hoy, es un día menos que puedes volar. Te invito a que te comas la vida, porque tienes cómo. Tú, que fuiste hecho en la primavera, en el azahar del dulce sabor de la comida antigua, sabiendo a mar y a sal en pleno desierto, bañado por árboles. Tú, que hueles a fresco y que vives en letras difíciles de entender. Tú, nadie más. Tú mismo. Sabrías que yo me despierto pensando una sola cosa? Cómo hacer que el cielo y el aire, te repitan adentro, que mi silencio es un respeto a tu tristeza. Pero no es una aceptación a tu muerte.
Es un rechazo firme y contundente a no poder ver tus heridas. Yo las prefiero, sí. Prefiero la sangre a las cubiertas de fotos y videos. No quiero las pistas de un tesoro. Quiero el tesoro de lo difícil. Porque yo no siento la traición, ni la penumbra como seguridad. No le huyo a lo incierto, pero no me caso con el dolor. No doy consuelos que arropan el alma pero no la transforman.
Jugaremos en la defensa, con todo. Con temores, y miedos; pero nos defendemos. Y a muerte. Porque lo que es a mí, la tristeza no me intimida. Me reta. Y así estemos cogeando y a media noche, no me sueltes.

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