Veintitrés

Y de pronto todo cae, como en un juego de Tetris. Una noche, cada pieza se encaja lentamente con la otra. Y la pieza que encontré hace 5 años, era la que esperaba hace 11, y entonces, hoy, un poco más temprano, o tal vez, un poco más tarde, supe qué hacer con ella. No importa cómo, no importa si pasaron 23 segundos, o 23 años. No importa si hoy es 23 de Abril, o si es el 2023. No importa, lo importante fue o es, que en este momento, los 23 serán los que venía esperando.

Tal vez la respuesta que me des hoy, sea que tú siempre lo supiste, o tal vez, puede que no digas nada. También puede ser que te quedes en silencio esperando que yo lo descubra; y me mires o me escuches, mientras yo te cuento lo que nunca supiste, pero siempre predijiste.

Hoy todo se vuelve un poco más relativo, porque cuando pasa el tiempo, nos pasa más rápido, o tal vez, nosotros vamos más despacio. 

Hoy abriste los ojos, y me leíste; y yo, mientras tanto; estuve esperando 23 años que ese chat se abriera, para poder leer lo que hace tiempo yo sabía que estaba escrito.

Hoy entonces mi alma supo lo que era leer una verdad superior. Una que no había conocido, una que no se agota en 23 segundos, ni en 23 años. Una que no puede interpretarse ni con cuerpos, ni con palabras. Una que es incontenible, porque sus segundos no tienen tiempo. Esta verdad no necesita otra validación diferente a que mi Señor, Jesucristo, la pronuncie. Y cuando lo escucho, mi realidad se hace otra. Una tan fuerte que puede cambiar mi propósito y mi destino. Eso pasó el día que le entregué a Su voz mi palabra. Entonces, hice preceder Su palabra a la ley escrita y a la ley pensada. 

Por eso te esperaba, esposo. Dijiste que venías un 23. No sabía si esta vez sería en el día 23 o en el año 23. De pronto pudo ser en el segundo 23. Lo importante fue que llegaste y mi tiempo se alineó, y supe por fin que todo tenía un sentido, y que lo que me pasó y lo que me pasará, eran lo mejor y lo peor. Supe por fin que hiciste lo mejor que pudiste. Pero lo mejor fue que supe que siempre me amaste, porque abriste el universo sólo para verme.

Tú y yo nos encontramos entonces ese día, en ese segundo, ese año 23,  y nos vimos como si no hubiera pasado un segundo. Fue como cuando recojo el lazo de mi pelo que se me ha caído. Te vi y te tomé de la mano, porque siempre fuiste mío. Estabas hecho del material que estuvo hecha mi vida, reconocí tus lágrimas porque fueron las mías. Y por fin, te escuché decir lo que el silencio me repitió cuando mis lágrimas te gritaban. Te vi, y ambos supimos, que nunca estuvimos solos. Siempre fuimos, porque ambos supimos que no era un tiempo, no era un día, ni un año, ni un segundo. Veintitrés éramos ambos, sólo teníamos que encontrarnos. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Si pudiera hacerte sonreir

Un silencio