Dios con nosotros
Volvamos
al día del inicio del tiempo. Hace rato que nos metimos en esta noche, y bueno,
es claro que no vale la pena. Realmente, como sabes, lo que vemos ahora es sólo
la sombra de la realidad, es justo que salgamos. Salgamos de una vez por todas a
ver al día más radiante. Dilucidemos el día antes de todas las cosas, en el que
comenzó y terminará todo. El día de la luz más fuerte. Volvamos a ver el
principio y el fin, en una palabra.
Volvamos
a creer que no hay comienzo ni final para esa luz. Comenzó, pero ya estaba. Ya
era antes, y fue, y es ahora mismo.
Veamos
el día de hoy de una forma diferente. Mirémolo como si fuera una palabra que
estamos formando y decretando en este instante, para que continúe eternamente.
Observemos con este nuevo matiz, ya que no tiene sentido ver de otra forma.
Para qué conformarse con otra cosa. Si no estamos oyendo lo que se produce en
la eternidad, no estamos oyendo. Si no vemos lo que no es visible, tampoco
estamos viendo.
Y
bueno, nada como oír y ver esa música de los cielos. Nada como bajar y traducir
lo que los vigilantes del tiempo están diciendo desde y para siempre. Eso es lo
verdadero. Esa es la luz verdadera. Qué hacemos oyendo lo que habla la maldita
muerte. Qué hacemos viendo la sentencia de lo que no existe.
Y si
lo que pensabas que no era posible, si es. Y si tus sueños sí se van a cumplir.
No puede ser que te empeñes en hacer realidad los diseños de lo que no existe,
y termines por arruinar lo divino. Te vas a conformar con lo que te dice el
miedo? O vas a hacer realidad lo que te dice la esperanza. Y si fuiste
destinado desde el inicio del tiempo para cambiar la realidad. Y si eras el
encargado justamente de traer la esperanza. Y si tu destino era justamente
traer luz a la oscuridad. Te vas a conformar con menos? Por qué?
No
somos acaso un libro abierto, una carta escrita? No se supone que ya lo sabemos
todo y fuimos hechos con ese sentido de eternidad? Para qué vamos a buscar otra
cosa. Si resulta que soñaste y creíste, pero creíste que daba igual Tarsis que Ninive,
y te fue mal. Te falló el poder que te acompaña, o fue que escogiste el camino
que no era.
Lo
que es claro es que siempre podemos retomar la dirección correcta, y abandonar
la que no lo es. Si olía a muerte. Si se veía como la muerte. Discierne. Qué
era. No hay que volver por donde ya pasamos. No hay que caminar el camino que
ya andamos. Caminemos uno nuevo. Uno que no hemos andado. Y sobretodo. Huyamos.
Huyamos de la noche que no es otra cosa que la ausencia de luz. Y volvamos a
decirle a esa luz infinita que esté con nosotros. Ella sabe exactamente qué
camino nos lleva a la vida. Ella ilumina el agua que todo lo fructifica; y
estará, y ha estado iluminando el día que no necesita sol ni estrellas. Qué
fácil será para ella iluminar nuestras palabras, nuestros pensamientos, nuestro
corazón….
Caminemos
entonces al lado de esas vírgenes que lo dieron todo por tener luz, antes que
llegara el novio. De nada nos sirve andar a oscuras. Qué tiene de linda la
noche, si no se ve nada. Qué tiene de bello el corazón que no se rinde
completamente a su autoridad. Qué de lindo tiene el orgullo que lleva a la
necedad. Caminemos un camino diferente.
Volvamos al camino en que sólo se oye una frase: Hágase la luz, y la luz fue hecha. Sea Dios con nosotros.
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