El laberinto



El laberinto puede dar una sensación de infinito, y a veces, de encierro. La diferencia entre sentirnos libres o no, estará, así como sucede con la realidad, en la capacidad de interpretar los caminos. Los caminos son inciertos. Pueden llevarnos a resultados inimaginados. La realidad a veces se presenta como una paradoja. Y los caminos, como la realidad, no siempre pueden ser racionalmente entendidos.
Hoy, al medio día,  una jovencita, trigueña, de pelo negro, muy negro, mejor en casi todo - más que cualquier otra-, corre por el laberinto. Cuando no se sabe por donde coger, ella sabe. Y no sabe porque esté segura del resultado, no; ella sabe, porque tiene la intuición, tiene el "feeling".  Ella conoce la verdad  y sabe que no siempre puede interpretarse de la misma forma; aunque es una y es es perfecta.
Todos, dentro del laberinto, siempre pensamos estar caminando hacia la verdad. Pero no hay nada más variable que la interpretación de un signo. Una curva nos puede devolver al inicio. Por eso, en este juego, lo mejor es caminar preciso, despacio. Y la jovencita, de pelo negro, muy negro, lo sabe. Por eso está siempre  al lado de un hombre de palabras exactas. Él, más alto que ella, y más centrado, tiene una forma diferente de recorrer el laberinto. Una forma mas definida, más estructurada, sin tanto debate, pero con más sabiduría. Y ambos, no siempre corren, pero van rápido. El libre albedrío y el destino en dos vidas, al tiempo. Ninguno es absoluto, ambos buscan lo absoluto. Ambos han decidido, que así las circunstancias se visualicen oscuras, la claridad está adentro, no afuera; conocen la humildad.
La humildad está en un corazón que no se maltrata si se equivoca, uno que comienza otra vez si lo hace mal. La humildad no ve arrogantemente el resultado, sino cómo cambiar para lograrlo. La humildad, sabe, en medio de todo, que es débil, y lo reconoce.
Una noche, un hombre, santo muy santo, les preguntó que si sentían perdidos. Ellos asintieron, y le preguntaron por el camino correcto en una encrucijada. Si miraban hacia el frente, parecía angosto, hacia atrás, muy oscuro, y al mirar a la derecha, el camino se veía igual que a la izquierda. El hombre no contestó, simplemente decidió acompañarlos. Durante el camino les fue confirmando las palabras que ya habían oído: Que el invierno ya pasó, que ya amaneció, que las cosas viejas pasaron y he aquí, todas son hechas nuevas. Les confirmó cómo, a través de muchos hombres, las palabras ya se habían cumplido. Y por último, les mostró todas las veces que habían visto los cielos abiertos, y ángeles subiendo y bajando. Sin embargo, a pesar que todo lo que decía, era congruente con lo que vivían, ellos se sentían inseguros. Entonces, la jovencita de pelo negro muy negro, decidió lanzarse, y le dijo a este hombre santo muy santo: Cuando te escucho, te creo. Como que me lleno de confianza, mi corazón me dice entonces que voy a lograr todos mis sueños. Pero si te vas, no sé si pueda seguir así. Y el hombre más alto y muy centrado, dijo: No sería mejor que nos acompañaras, tu claramente pareces saber por dónde es. Y el santo muy santo, les dijo: Pienso que es más fácil darles mi espíritu. Así, dentro de ustedes, en su corazón, sabrán cuál es el camino. Porque sólo el ánimo, la humildad, la pureza que hay en mi espíritu, les llevará a desear lo correcto. En realidad, a veces la gente debería asustarse al reflexionar qué es lo que realmente desea. A veces desean la muerte, así racionalmente digan anhelar otra cosa. Por eso nunca llegan. Recuerden: yo siempre estoy con ustedes. En ese momento, la jovencita y el hombre más alto, abrieron sus ojos. Y también en ese momento, el santo, desapareció. Entonces dijeron: Lo sabíamos, El era. No ardía nuestro corazón cuando hablaba?
Pero por qué a veces no lo reconocían, si el aparecía y desaparecía constantemente? Porque nadie que no siente que el santo mismo, es y está en el camino, puede caminar realmente en él. El camino es la vida, es la propiedad de ella. Nadie puede hacer lo que su corazón no desee. La respuesta al laberinto, no está en lo que se ve, está adentro, en el corazón. El laberinto es tan fácil como la pureza del corazón.              
Y la evidencia es que desde ese día en que ese hombre sopló en ellos y les entregó su espíritu; cuando no saben por donde caminar, miran al cielo, y es como si sus ojos tomaran una foto aérea. El laberinto parece más un mapa, y el destino, sus sueños.


A  mí, Santiago, en lo personal, me encanta este cuento. Tal vez porque me recuerda que nada es imposible, si tienes el corazón de la jovencita de pelo negro muy negro, el mismo que tiene el hombre más alto y muy centrado; mis padres.

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