Todavía podemos despejar ese cielo


Me complica el día sin tiempo. Me gusta que mi vida tenga una hora para cada cosa. Una hora para despertarme, media para hablar con Dios (mientras camino con Simón, mi perro), una más para vestirme y salir al trabajo, muchas más para trabajar, una para regresar, otra para ir al gimnasio, media más para regresarme del gimnasio caminando, dos más para comer y leer; y unas pocas para dormir. 
Pero hay días, como hoy, que no tienen tiempo. Y entonces la organización se me deshace. Me pasa lo mismo con mi idea de estar segura de quien soy. Un día cualquiera llega alguien que me hace reflejar una suma de lo que fui, y no de lo que seré.
A veces pienso si soy yo o es el día. O son ambos. Parece que soy muy feliz, pero el silencio a veces me nubla el cielo. Y en medio de todo está el sol radiante y el clima está perfecto.
Y pasa el día y llega la noche. Me arreglo. Me miro al espejo. Y ésta que se ve ciertamente parece que soy yo. Actúo, hablo y me divierto. Pero si soy (?), o solo es la imagen.
Pero no vale la pena estancarse buscando la razón. La razón otorga una cualidad, una profundidad, pero no es. Las realidades no son, transitan. Sólo percibimos su voz. Y es esa percepción la que se queda. Pero tal como las palabras o los dibujos, la interpretación varía. Nosotros y nuestra vida parecen, pero no siempre son. 
A veces reflejamos un desdén interno. Una rabia por no ser aceptado como se es. Siendo que se es lo más honesto y claro posible. Y lo peor, esta expresión, la rabia -tal como el sobrepeso, ser calvo, ser gay, ser infiel, o el desaliño-, también está mal visto. A la gente le encanta lo estéticamente acepto. La gentil manera de contestar, la seguridad de saber para “donde vamos”. No importa si tanto lo uno como lo otro sean mentira. Se privilegia la concepción de lo que debes o deberías ser.
Yo mientras tanto considero que andar con la verdad nos permitirá siempre mejorar. La verdad nos permite darnos cuenta de nuestro error y abrir espacio para una última canción (a pesar de que los músicos ya hayan empezado a guardar los cables del sonido). Podremos entonces hacer una corrección de último minuto; para poder ver cómo, nuestra vida y nosotros mismos, despejamos el cielo para ver el reflejo más fidedigno de la esencia más pura del ser y del vivir. El amor.

***
A mi hermano: Gracias! Porque siempre despejas mi cielo, con una última canción.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Veintitrés

Si pudiera hacerte sonreir

Un silencio