Te dije adios


Al medio día, me llamaste. Yo sabía que eras tu, pero no esperaste que te reconociera, seguiste hablando; y yo te dejé hablar, para que te convencieras de que me estabas hablando. Aunque la verdad, sabía que te hablabas a ti mismo. Así como sabía que los emails que me escribías, en realidad eran para ti. Para liberarte de esa pesada carga de tu amor expresado a mi.
Eras el prototipo perfecto de ese hombre que nunca sabe que me está ignorando. Porque ignorar es más fácil que admitir. 
Nadie quiere admitir que un amigo lo necesita, prefiere decir que no sabía. Como si no saber fuera suficiente, cuando la realidad es que no nos importa. 
Y tu seguías hablando. Ni te habías dado cuenta que yo no te estaba poniendo atención. Es que en realidad tu no estabas hablando conmigo. Tu querías decirme que me querías, y eso para ti era suficiente. Como si con decir las cosas se hicieran realidad. Pero es que eso le encanta a la gente.:Soy honrado. Soy serio. Soy emprendedor. Como si con el nombre se hicieran eso que dicen ser. 
Tengo que asumir entonces que si me decías las palabras, era porque estabas dirigiéndote a mi, así no me estuvieras oyendo. 
Pero bueno, finalmente me diste el espacio, o mejor, el tiempo de hablar. Oí algo así como: Tu que opinas? Después de una hora de monólogo, será que te importaba realmente? 
No dije nada. Entonces tu asumiste que estaba de acuerdo. Y quedamos en eso, en vernos mañana, al medio día. 
No sé exáctamente porque no te dije nada, creo que a veces es mejor no decir las cosas. Pero al otro día, ni al siguiente, ni en toda mi vida, volví a verte. Creo que en realidad si te dije algo. Te dije adios.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Veintitrés

Si pudiera hacerte sonreir

Un silencio