El mar parece un silencio


Su Alteza
Reino Innombrable

Majestad,

He empezado muchas veces esta carta. Eso pasa porque las palabras no me salen tan fácil como los silencios. Vengo a decirle, que he golpeado la puerta de Su Majestad varias veces. Han salido varias personas a avisarme que no es tiempo. Que el Rey está dormido, y que no puede salir a atenderme a esta hora.
Yo les he dicho que el Rey me dijo lo contrario, que viniera cuando quisiera. Le escribo entonces a su Alteza, por si ha cambiado de parecer o por saber, si por error he hecho algo que le ha molestado.
Si me equivoqué y rompí alguna ley, le ruego me perdone. Nunca quise ofenderlo.
He, sin embargo, repasado el protocolo:
Venir bañada y arreglada, dar gracias en la entrada, recorrer los pasillos cantando, y llegar a su puerta arrodillada.
La verdad, no veo la falla. Es más, a cada paso se me abre una puerta de acceso, pero extrañamente, Su majestad, la de su cuarto no se ha abierto.
He pensado que de pronto no he dicho las palabras correctas. A veces, Su Excelencia lo sabe, no sé que decirle. No sé que pasa, pero a veces las palabras se me esconden, y me salen sólo los silencios.
Me preguntaba, si algún día podremos saltarnos el protocolo; no para hacer nada en contra de las leyes de su Reino, sino para vernos.
La verdad, hace rato estoy viniendo al palacio. Me conozco los guardias, los eunucos, las doncellas de la entrada y los altos ministros. Pero entre tantos túneles, pasadizos y laberintos, se me están perdiendo Sus palabras,
Por eso le escribí esta carta, para ver si puedo encontrarlas con Su ayuda.
Sé que la última vez que nos vimos, me dijo una verdad absoluta; tan cierta, que he empezado a dudarla.
Le confieso Rey que no sé qué más decirle, sólo que estoy cansada. Lamento mucho no ser tan buena con las reglas, y los caminos. Lamento el cansancio que tengo en el alma.
Pretendo sin embargo, rogarle que salga esta noche. Yo sé que esta tarde, y que no he hecho todo lo que se tiene que hacer para merecerme ese privilegio. Pero de pronto, puede hacer una excepción…no sé. De pronto no puede, y eso también lo entiendo.
Rey, ni siquiera tiene que hablar; la verdad, con solo Su silencio me basta. Pero lo que sí es muy difícil de soportar es su ausencia.
Yo por mi parte, tampoco aseguro tener muchas palabras hoy. Pero puede tener la certeza de que la luna está bonita, y la noche está fresca.
Y si se aburre, el cielo está despejado y el mar….
El mar parece un silencio.

En Sus manos,

H. 

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