El cielo

Bueno, básicamente me preguntas que si estoy preocupado por el tiempo. Y la respuesta es que no. Nunca lo he estado y creo que viviré sin esa percepción. Si llueve o no llueve. Si pasaron los días, los años, no me interesa. Y ahí siempre habrá una ambivalencia. La ambivalencia del tiempo y lo eterno. Lo eterno que no toca el tiempo, lo trasciende. Y el tiempo, que toca aquello que no permanece. Lo curioso es que la obsesión de todos es lo que no permanece. Lo que parece pero no es.
Cómo convivir con la idea de que la apariencia, que se afecta con el tiempo, es más importante que el alma. Si nuestro valor depende de la apariencia, entonces, por favor, no nos preocupemos de hablar con el alma. Aparentemos, con parecer será suficiente. Y no leamos poesía, ni miremos atardeceres, evitemos ver exposiciones de arte, no caminemos en el bosque, no miremos pájaros, porque todo eso no toca otra cosa que el alma. Y según la lógica de la apariencia, eso no es muy útil.
Lo mismo me sucede con las palabras y la presencia. Hay palabras que encierran la misma presencia, y otras que no. Las que no, pasan, como pasa el tiempo y todo lo que no trasciende. Y entonces, si me preguntas qué prefiero, prefiero las palabras que encierran tu alma, pero más que nada, prefiero tu alma. Por eso, si hablas, está bien, si no lo haces, también. Es tu esencia misma, lo que trasciende en ti, lo que me encanta. En cambio, oír a alguien sin que sea él mismo, contemplar el objeto que asegura ser; aburre.
Es como si uno no estuviera, cuando alguien habla palabras sin alma. Es como ver pasar el tiempo y no hacer nada con él. 
Lo mismo que sucede con el tiempo que se invierte en ideas que no se hacen, o en peligros que nunca sucedieron. A dónde va esa vida? En donde se recoge?
Pero por el otro lado, existe otra vida, una diferente. Y esa es la vida en la que no estuve. Esa es aquella en que trascendí en la vida misma, y me hice una con ella. No es eso lo que pasa cuando vemos una obra de arte? Para verla, no podemos ser, tenemos que dejar todo para poder ver realmente. La visión no se le da al que ya ve por sí mismo. Las almas egoístas no pueden ver la luz, no les cabe.
Tampoco es posible dar vida sin entregarse. Y sólo es posible ser al morir. Nadie puede ser sin ser uno con la vida. Y si se es realmente, se existe en la existencia misma, y de alguna forma, tampoco se es. Es entonces en donde se conocen las ansias del pasado en el presente, escritas en el futuro. Se ve.
Me veo entonces en el reflejo que tenían tus ojos hace unos años, y pienso que tal vez tu futuro te demanda más noches en el silencio de la eternidad. Porque tal vez ahí, en esa eternidad, esté el universo. Y en ese, seguramente, mi reflejo es real. En esa seguridad de los sueños, camina, sabiendo que yo siempre he estado; porque tu corazón ardía siempre que yo hablaba. Y cuando me quiebro, como cuando se rompe el pan; mi sangre se hace visible para ti.
Y lo más maravilloso es que esa fragilidad es tan violenta, como los son los hombres, y tan suave, como lo son las mujeres. Pero, lo majestuoso es que ambos, en el amor, sólo en el amor, se ven verdaderamente. Y esto solamente es reflejo de un amor mucho más sublime.
Sólo en esa soledad el amor se deja encontrar. De pronto, y sólo de pronto, si tu, sin verme, me esperas. De pronto, y sólo de pronto, me encuentras.

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