Las líneas rectas



Yo trato de decirte que estoy bien, que mi vida es la de una mujer estructurada. Pero tu y yo sabemos que no es así. Y así trate de decirte que es el ángulo con que lo estás viendo; tu mirada (así no me diga nada), ya me acusa. Y la verdad, sé que podría mentirte. Pero para qué mentir teniendo las evidencias al frente.
También podríamos simular todos que no pasó nada. Pero…no va a funcionar. Así nadie lo vea, con que yo lo sepa, ya es un castigo.
Y voy a comenzar, tristemente, con el pasto de al lado. Siempre es ese maldito pasto. Asegurar que no lo vi, que ni me di cuenta, tampoco contribuiría mucho. Reconozco que me quedé pensando en la negra posibilidad de quedarme con algo que nunca fue mío. Pero por qué.
Culpar al destino sería diplomático: El vecino siempre salía al mismo tiempo que yo, no importaba si me demoraba en salir o sí salía muy temprano. Sin embargo, eso me ha pasado muchas veces, y no por eso he terminado con este tipo de decisiones. 
Lo aburridor de todo es que yo veía toda la escena completa: No sólo mi vecino salía al mismo tiempo; para mi desgracia, estaba impecable. Nunca se estaba poniendo el saco, los zapatos, el cinturón, afuera (como yo). Pero lo más trágico era ver como no decía nada a su señora. La cual,  siempre estaba brava, y para completar, se la pasaba gritando. Yo, desde el espejo del carro, estaba pensando: por qué a ella le tocó esta tipo, y a mí… .
Pero en vez de seguir con una lista pormenorizada de lo que lleva a una mala decisión, y seguir con la cantidad de mentiras que superpuse -para simular que mi vida seguía-. Legaré a la consecuencia: mi vida no seguía. Se volvió un estático infierno. Todo se empezó a caer a pedazos.
Así lo neguemos, nadie siguió su vida normal. De hecho los vecinos se fueron, y yo borré el chat de la nueva dirección. La realidad es que nadie puede ser feliz con el dolor de otro. Nadie vive en Closer. Yo no conozco a nadie; ni de sangre fría, ni despreocupado. Todos estamos vivos y las lágrimas todavía nos saben a sangre inocente.
Por eso yo te propongo que tu comiences de nuevo con tu vida, te amo lo suficiente para eso. Yo por lo pronto,  no terminaré con la mía. Y no sé si la noche sea suficiente para arrastrar la pérdida, o si el día resplandezca aún más fuerte. Pero si un día mi nombre aún se oye bien con tu voz; me buscas.
Yo estoy cansada del engaño, y ya le tengo pánico a sus consecuencias. Diferenciar entre lo bueno y lo malo, lo alto y lo profundo; ya no me es fácil. Así que el único que está en capacidad de perdonar, eres tu.
Te confieso además que estuve muy mal. Se me empezaron a perder las cosas; primero, fue la billetera, luego, el equilibrio, y, por último, no estaba encontrando las llaves para salir de la casa. Y en este aguacero en que quedamos de vernos, espero haber logrado reunirlo todo, para llegar a tiempo.
El día que te conocí, me recogiste de la universidad en un día parecido a este. Cogiste mi mano, y me dijiste: Ya sabes, afuera, no hay nada.
Tenías razón:  No había.
Las líneas rectas, son rectas.

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