Santas


Mi árbol favorito es el cerezo.
Este árbol florece, curiosamente, al inicio de la primavera; sin embargo, sus hojas rosadas duran muy poco. De hecho en menos de un mes, se vuelven verdes, y dan paso al tiempo del fruto. Por eso, hay que aprovechar tanto como sea posible el resplandor de la gloria del comienzo de un tiempo.Tal como Moisés abrió el mar al comenzar su vida madura, y Josué, el Jordán, al inicio de su vida de conquista. Jesús en su comienzo ministerial, también perfeccionó un milagro, pero él no separó el agua, le cambió completamente su naturaleza.

Los cambios de tiempo, son así. Radicales; y hay que tener siempre la fuerza para soportar el ímpetu de las nuevas aguas. Son consagraciones, bautizos de cambio de naturaleza. Son señales del Espíritu volando sobre las aguas. Y en esas señales se comienza un nuevo tiempo, uno de cosecha. En donde te llenas de fé, de confianza; en dónde caminas sobre el agua. Confiado, sobreponiéndote al miedo. Seguro de que el mismo que estuvo con Moisés, está hoy contigo.

Mi libro favorito es Ester.
Este libro me recuerda los cuentos que me leía una y otra vez cuando era más joven. Ester tiene el encanto del lenguaje de oriente. Tiene un sabor a verano, a palabra de Media y de Persia que no puede ser abrogada,a la sonrisa de la dulce mirada.

Y si hay un escenario que me ha hecho llorar por su magnificencia, es la puesta en escena del otoño y el invierno. Nada se compara a ver caer lentamente las hojas rojas o los copos de nieve. Es como ver descender el cielo a pedacitos. Caen lentamente en un silencio tan suave, que el alma tiene que empezar a entregarse en gotas de agua salada.

Y es que así son los tiempos de Dios. Son santos. Y en esa santidad Dios no me ha robado el tiempo, me lo ha regalado. Porque no es sino en el silencio, en la soledad del tiempo; que los silencios se parecen más a la música; y la fragilidad , a la primavera.  Ahí donde se quiebra el alma estamos más vivos. Y en la muerte siempre existe la posibilidad de ver Su gloria.

Todos los seres humanos tejemos artísticamente nuestro destino consagrado a lo divino o a lo profano. Y si me ponen a escoger; a mis lágrimas las prefiero santas, no tristes, ni felices. Santas.

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